Mirada desenfadada, sonrisa siempre apreciable,
tan natural, tan suya, tan mía, tan reconocible.
Porque me gusta guardarla en mi bolsillo cada día
para poder sacarla cuando no estás y todo se enfría.
Y esos ojos, ¡esa mirada!, ¡cómo cautiva esa mirada!,
cuando por suerte hace en la tuya una pequeña parada.
Porque deslumbras y acongojas,
asustas y sonrojas.
Tus bonitos labios que dan ganas de besar sin descanso,
que seducen a cualquiera que haga un pequeño repaso.
Y tu nariz, tu boca, tu piel y el resto de tu cara bonita,
que encuentra en la naturalidad una belleza infinita.
Y tu cuerpo que no tiene nada que envidiar al resto,
que encuentra en tus curvas un equilibrio perfecto.
Envidia de muchas, cuando con tus múltiples vestidos
sales por Madrid y dejas al mundo rendido.
Y así eres sin proponértelo, sin chapa ni pintura,
sin potingues ni horas y horas de manicura.
Me gustas desde que te levantas sin arreglar,
hasta que te acuestas con ganas de descansar.