martes, 10 de mayo de 2011

En mi cabeza

Hoy el cesped está algo mojado, no me importa, realmente se siente uno fresco en una tarde de un calor tan bochornoso como poco anticipado por mí, bien es cierto que cabía de esperar. Si giro la cabeza no veo a nadie, o al menos nadie a quién me interese ver siendo más correctos. Empiezo a divagar y pienso en películas que serían mejores si hubieran sido libros, tal vez porque así no tendrían una sola imagen para todos nosotros, tal vez su mensaje va más allá de las imágenes que crea el cine, no así la de las que fabrican las palabras.

Pero me paro a pensar más en otro tema, en el de las preguntas que nunca nos hacemos, al menos las que a mí nunca me hacen, que por ende yo podría pensar que sucede así con el resto de la población, aunque cuando lo pienso una vez y media me doy cuenta de que no. Y os voy a descubrir una práctica un tanto infantil que tengo desde pequeño y es la de imaginar conversaciones en mi cabeza, en ocasiones incluso discusiones, pero en otras son solamente trocitos de diálogo con el trasfondo de mis sueños y anhelos más profundos. Podría ser algo así:

- Hoy te veo algo raro, te noto un poco distante.
- Será que tengo el día tonto. Ya sabes, el trabajo, la rutina, esas pequeñas decepciones de la vida (digo evitando su mirada, sus ojos al fin y al cabo).
- Pero hoy es algo distinto. Yo sé que te pasa algo.
- Tú me conoces bien, algo de razón tendrás.
- Es alguna chica. No sé, ¿es algo nuevo?
- No es nada nuevo, quizás ese sea el problema de todo ésto.
- Ya llegará, lo sabes tan bien como yo, es cuestión de tiempo.
- El problema no es que tenga que llegar, o quizás el problema es que yo lo piense así.
- No te entiendo.
- Me consta que no lo haces.
- Entonces, ¿cuál es el problema?, ¡ explícamelo!
- El problema es el miedo, es conformarse. El problema es cuando te intentas alimentar de migajas porque nunca conseguirás llenarte, es inanición de sentimientos.
- ¿Me lo puedes explicar mejor?
- Es: "cuando vienes por un rato, que es la eternidad en barato y me conviene". Y así seguimos.
- Rober, ¿ERES FELIZ?
- ...

¿Y por qué no hacemos preguntas como éstas? Tal vez hay cosas que damos por hechas, que serán como deberían ser o tal vez no estamos preparados a darle solución a problemas de insatisfacción con el mundo. Pero yo sólo hago las preguntas, tampoco me sé las respuestas.


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